El desafío de las coberturas sobre feminicidios y todo acto de violencia hacia las mujeres debe ser informar sin espectaculizar, “sin que la violencia se transforme en un espectáculo”, apunto la feminista y pensadora Rita Segato.

La perspectiva de género no es algo que se aprenda en la universidad o carreras de periodismo. Apenas algunas casas editoriales están tratando de incorporarla, el tenerla se apega el sentido común y ética de cada medio, periodistas y directores, apunta la Iniciativa Spotlight de la ONU.

Por ello, esta iniciativa junto con la Unión Europea, en articulación con el gobierno de México crearon Un manual urgente para la cobertura de violencia contra las mujeres y feminicidios en México para prevenir y eliminar la violencia feminicida en el país desde el campo de los medios de comunicación.

El manual señala que México es un país donde los medios de comunicación un día pueden publicar la nota sobre una mujer desollada y descuartizada en la portada, y al siguiente dedicarla a una manifestación feminista.

El manual está conformado por seis capítulos, primero hace una presentación de la iniciativa Spotlight en México. En el segundo nos hace un recorrido por coberturas de violencia de género en la prensa mexicana señalando dejando ver lo que no se debe ver.

Entre los casos está el de Ingrid Escamilla, donde se habla cómo la difusión de las fotografías de la víctima en la que aparecía su cuerpo desollado y parcialmente descuartizado era innecesario y “apela a la insensibilidad y a la deshumanización, a una normalización de la violencia que suele ‘inspirar’ a otros feminicidas a usar métodos de violencia extrema como este”.

Lo que se nos sugiere el manual es acompañar el hecho desde una cobertura que nos invite a la reflexión y cuestionamiento de por qué llegaron las fotos a los medios, por qué se cubre del tal manera y voltear a ver a los responsables de la filtración de las fotografías.

El segundo caso es el de Karen Espíndola, quien había enviado un mensaje a su madre explicándole que iba hacia su casa pero que el taxista se veía “sospechoso y grosero”. La madre le sugirió bajarse del taxi y tomar otro, pero después de esto ya no hubo respuesta. Esa breve conversación comenzó a circular en redes sociales pidiendo ayuda para localizarla.

Al siguiente día Karen llegó a casa, el conductor de un medio de comunicación anunció una exclusiva, pues él sabía donde había estado Karen. La joven fue localizada en un bar al sur de la Ciudad de México, tras difundir la noticia, se estigmatizó a Karen, las tendencias de ese día incluyeron hashtags como #KarenMentirosa, #MientoComoKaren, #KarenTriponaMentirosa, fomentando así un discurso de odio que afecta a la lucha de erradicar y prevenir la violencia hacia las mujeres.

El tercer caso que se aborda es de Arlet, Evelyn y los llamados “Monstruos de Ecatepec”, aborda cómo la cobertura desde la narrativa de un “monstruo” fomenta el morbo de la audiencia. Uno de los problemas de dar tanta información sobre los victimarios, convierte el acto en un espectáculo, “una mercancía valiosa… los asesinos se tornan en criminales famosos, figuras de culto, ‘genios astutos’ cuyas razones y modos para violentar mujeres obtienen mayor foco”.

En el caso de María Elena Ríos, la saxofonista oaxaqueña que fue agredida con ácido por órdenes de su entonces pareja, exdiputado local y empresario, Juan Vera Carrizal, hay que poner atención a los elementos de la historia, ya que sin una perspectiva de género tienden también a fomentar el morbo y mediatizar el hecho. En este sentido el manual nos invita a preguntarnos: “¿Es necesario abordar con tan- to detalle, por ejemplo, la situación física de la víctima?”.

Otro de los casos que se abordan son las filtraciones y revictimización de las autoridades replicadas en los medios, como fue con el caso de Lesvy Berlín, donde la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México publicó una serie de tuits donde se juzgó a Lesvy Berlín por “alcoholizarse y drogarse”, por vivir con su novio, por no asistir a clases desde 2014 y deber materias. Aquí las investigaciones de los medios, en específico El País, logró tener los videos del momento donde fue asesinada Lesby, los cuales fueron tratados desde una perspectiva de género y ayudaron a su madre para que el caso se tipificara como feminicido y no como un “crimen pasional”.

En el caso Fátima, se aborda cómo cubrir feminicidios de niñas y cómo evitar una carrera de errores. En este caso las instituciones, entre ellas el DIF, difundieron imágenes que revictimizaron a la menor y la madre de Fátima, dejando fuera de foco la desaparición de la menor. Además, aunque la alerta Ámber pide que se difundan las fotografías de los menores de edad, los medios difundieron un video donde se ve cómo se llevan a la menor, esto es contraproducente porque le brinda información a los delincuentes, por lo que al momento de difundir una fotografía, más allá de tener la nota e informar hay que preguntarnos si afectará el proceso de investigación.

En el caso de Isabel Cabanillas, artista, diseñadora de ropa y activista integrante del colectivo feminista “Hijas de su maquilera madre”, fue asesinada el 18 de enero de 2020 en Ciudad Juárez. La cobertura tuvo menos faltas por parte de los medios. Sin embargo, se señala la importancia en el seguimiento de los casos, ya que la prensa mexicana tiende a abandonar los casos, al igual que las autoridades en las investigaciones.

El manual también nos sugiere que imágenes podemos utilizar en las coberturas y el tipo de lenguaje, que sea incluyente y no sexista. Asimismo, al final nos brinda un directorio de organizaciones e instituciones públicas que brindan ayuda a las niñas y mujeres víctimas de violencia. Puedes revisarlo en esta liga.