Este verano, el líder del Consejo del Condado de Nottinghamshire prohibió a un medio de comunicación local interactuar con cualquiera de sus 40 representantes electos. El concejal Mick Barton, de Reform UK, también ordenó a los funcionarios del consejo que dejaran de enviar comunicados de prensa e invitaciones a eventos a los periodistas de Nottinghamshire Live.

¿Por qué? Porque estos periodistas habían molestado a Barton con la cobertura de su partido.

Cuando se le preguntó al líder de Reform UK, Nigel Farage, sobre este tema en una audiencia del Congreso de los Estados Unidos, respondió con su característico fanfarronería sobre su compromiso absoluto con la libertad de expresión, al tiempo que negaba su responsabilidad en la prohibición.

Unos días más tarde, Reform UK invitó a un conocido antivacunas a su conferencia anual. Cuando se le cuestionó sobre la falta de pruebas científicas que respaldaran sus afirmaciones, un portavoz del partido declaró a la BBC: «Reform UK no respalda lo que él ha dicho, pero cree en la libertad de expresión».

Puede parecer extraño que un partido político defienda enérgicamente la libertad de difundir falsedades mientras restringe la libertad de decir la verdad, pero esto es algo típico del manual populista. Desde la América de Trump hasta la Hungría de Orbán y la India de Modi, los políticos autoritarios demonizan a los periodistas mientras elogian a los fantasiosos. Cada día, el vínculo entre los periodistas y el público se tensa hasta llegar al punto de ruptura, aunque esta relación ya no gozaba de muy buena salud para empezar.

Internet trastocó el modelo de negocio de los periódicos locales, lo que obligó a cerrar a cientos de cabeceras, mientras que las redes sociales dieron al público la oportunidad de interpretar los acontecimientos a su manera. 

Al principio, plataformas como Twitter y Facebook parecían la democracia en acción: todo el mundo tenía voz y todo el mundo podía participar en la conversación. Ahora sabemos que se trataba de una falsa promesa. Las redes sociales hacen que algunas voces sean mucho más fuertes que otras, y estas plataformas son fácilmente cooptadas por políticos y activistas para sus propios fines.

Para garantizar una esfera pública verdaderamente democrática, necesitamos reconstruir la base de la democracia: las noticias locales. Los responsables políticos, los filántropos, los inversores y los proveedores de noticias locales deben tomar urgentemente seis medidas para regenerar las noticias locales para el siglo XXI.

En primer lugar, las noticias locales deben ser claramente locales. Cuanto más visibles sean los periodistas en sus comunidades, más se confiará en ellos. Si los periodistas se proponen exigir responsabilidades a los políticos locales, ellos también deben rendir cuentas. Se trata, en parte, de una regulación independiente y eficaz de los medios de comunicación, pero también de establecer relaciones con la audiencia y explorar modelos de creación conjunta de noticias locales, en los que los miembros de la comunidad participen activamente en la producción periodística.

En segundo lugar, las noticias locales necesitan un modelo de negocio sostenible. Probablemente, esto implique una combinación de fuentes de ingresos, como suscripciones, donaciones y asociaciones comerciales, para evitar depender de ninguna de ellas.

En tercer lugar, las noticias locales deben operar en interés público, con historias que informen claramente y empoderen a la población local, y no con titulares sensacionalistas sobre famosos y política nacional.

En cuarto lugar, las noticias locales deben seguir innovando. Un periódico impreso sigue siendo una forma fantástica de contar la historia de una zona local, pero para muchos lectores es un artefacto extraño. Si el público prefiere interactuar con videos cortos, podcasts o boletines informativos por correo electrónico, los proveedores de noticias locales deben utilizar estos medios.

Esto también significa que los responsables políticos deben negociar un nuevo acuerdo entre las grandes tecnológicas y las noticias locales. Las plataformas pueden ser dueñas de la audiencia, pero no de la esfera pública. Debería ser su responsabilidad legal difundir las noticias locales con la debida prominencia, de modo que los periodistas serios puedan contrarrestar a los populistas y fantasiosos con un periodismo preciso, ético e imparcial.

En quinto lugar, las personas que elaboran las noticias locales deben parecerse a las personas a las que representan. En el Reino Unido, la población activa del periodismo es desproporcionadamente blanca y sin discapacidades, y los costes de la educación superior suponen una barrera para los periodistas de clase trabajadora. Necesitamos diversificar las noticias locales en todos los ejes de identidad.

Por último, las noticias locales deben ser atractivas. Las noticias locales nunca serán sostenibles si son como las verduras que se supone que debemos comer pero que no podemos digerir. Las noticias locales deben ser una sabrosa mezcla de grandes historias e información realmente útil.

Las personas que quieren destruir la democracia están trabajando duro para socavar las noticias locales. Pero no restauraremos las normas democráticas simplemente diciéndole a la gente que las noticias locales son buenas para ellos. Para acuñar una frase, necesitamos hacer que las noticias locales vuelvan a ser excelentes.

La buena noticia es que hay periodistas pioneros que están reinventando las noticias locales en todo el mundo. Necesitan urgentemente acceso a capital paciente para construir modelos de noticias locales que sean responsables, sostenibles, de interés público, innovadores, representativos y atractivos. 

No es demasiado tarde para regenerar las noticias locales. Pero el tiempo se acaba.


Jonathan Heawood es director ejecutivo de la Public Interest News Foundation.

Este artículo fue encargado como parte de la campaña del Día Mundial de las Noticias (Wordl News Day) para destacar el valor del periodismo.