Todos queremos comprender el mundo que nos rodea. Unos buscan más claridad sobre la guerra en Gaza, otros sobre lo que nuestro gobierno está haciendo respecto a la atención médica de la que depende nuestra familia. Quizá sea saber algo tan simple como si ha habido cambios en el recorrido del autobús que usamos todos los días. No importa si el tema es trascendental o mundano: tenemos derecho a recibir noticias en las que podamos confiar.
A todos nos ha pasado: de repente aparece en nuestro “feed” un video asombroso o una noticia impactante que parece imprescindible compartir. Pero ahora debemos preguntarnos constantemente si es real o generada por la inteligencia artificial.
La producción de la IA es hoy tan convincente, y moldea tanto de la información que consumimos, que corremos el riesgo de no poder confiar en nada. Y la desconfianza es el combustible que alimenta el conspiracionismo, la polarización social y el desapego democrático.
La realidad es que las herramientas que, en teoría, deberían ayudarnos a entender el mundo están erosionando la integridad de lo que llamamos “noticias”.
En este Día Mundial de las Noticias queremos recalcar que todo el mundo tiene derecho a conocer los hechos que los periodistas profesionales y las organizaciones para las que trabajan en todo el mundo, se comprometen a encontrar, corroborar y compartir.
Sin embargo, las empresas tecnológicas que construyen los sistemas de IA que millones de personas usan a diario no están a la altura de su responsabilidad con la verdad.
Una investigación de la BBC este año ha descubierto que la mitad de las respuestas generadas por la IA a preguntas relacionadas con noticias omitían detalles importantes y contenían otros errores cruciales. Los asistentes de IA que pusieron a prueba generaban sistemáticamente datos confusos, citas inventadas o mal atribuidas, y ofrecían información descontextualizada o reportajes parafraseados sin ninguna atribución.
¿Y qué? Es útil, ahorra tiempo, mejorará, podemos tolerar los errores... Pero claro, es que no estamos hablando de una receta de un pastel o de unas cuantas recomendaciones para las vacaciones. Aquí está en juego la democracia, porque una sociedad sin una verdad compartida no puede tomar decisiones informadas. Y aquellos que dependen de la distorsión engañosa de un periodismo originalmente independiente y preciso corren el riesgo de perderse en un lodazal tóxico de medias verdades y manipulaciones de mala fe.
Esto no es una paranoia lejana o abstracta. Internet ya está inundada de falsificaciones sintéticas diseñadas para engañar, generar clics y fomentar intereses particulares. Voces, rostros y titulares generados por IA están degradando el ecosistema informativo, a menudo sin un origen claro y con impunidad.
Mientras tanto, el trabajo de los periodistas que sirven al interés público —especialmente en medios locales, regionales e independientes— está siendo minado sin permiso, reempaquetado algorítmicamente y redistribuido sin crédito ni compensación.
Este fenómeno es, posiblemente, más pernicioso que los flagrantes y deslumbrantes “deepfakes” que todos hemos visto, porque las inexactitudes son sutiles, plausibles y más proclives a inducir a error. Estamos siendo testigos del deterioro de las noticias en las que debemos poder confiar, y eso está agotando unas reservas de confianza pública ya de por sí mermadas.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
La Unión Europea de Radiodifusión y WAN-IFRA, junto con un colectivo en rápido crecimiento de otras organizaciones que representan a miles de periodistas profesionales y redacciones en todo el mundo, están reclamando cambios urgentes en la manera en la que los desarrolladores de IA interactúan con las noticias y con quienes las producen.
Muchos de los radiodifusores y editores de noticias que representamos están utilizando la IA de manera responsable para mejorar su periodismo sin comprometer su integridad editorial, ya sea automatizando traducciones, ayudando a detectar desinformación o personalizando contenidos. Son conscientes de que el uso de estas herramientas debe ser principista, transparente y cuidadoso.
Por eso tenemos cinco peticiones claras para las empresas tecnológicas de IA. No son extremos. Son estándares realistas, de sentido común, que cualquier desarrollador con principios éticos puede, y debe, adoptar:
Sin consentimiento no hay contenido. Los sistemas de IA no deben entrenarse con contenido periodístico sin permiso. Ese contenido es una propiedad intelectual creada gracias a un trabajo riguroso y con la confianza del público. El scraping o la recolección masiva de datos no autorizada es un robo que nos socava a ambos.
Respetar el valor. Producir periodismo de calidad es caro, pero es vital para el bienestar de la sociedad. Las herramientas de IA que se beneficien de ese trabajo deben compensar a sus creadores de manera justa y de buena fe.
Ser transparentes. Cuando el contenido generado por IA se nutra de fuentes periodísticas, esas fuentes deben estar siempre claramente citadas y enlazadas, porque la exactitud y la atribución importan. Tenemos derecho a saber de dónde proviene la información y si esta difiere de la original.
Proteger la diversidad. Las herramientas de IA deben amplificar un periodismo pluralista, independiente y de interés público. Un entorno informativo sólido y saludable requiere una muestra representativa de voces.
Trabajar con nosotros. Invitamos a las empresas de IA a entablar un diálogo serio y constructivo con la industria periodística. Juntos podemos desarrollar estándares de precisión, seguridad y transparencia, pero esto solo es posible si las empresas tecnológicas ven a los periodistas como socios, y no como proveedores de datos gratuitos para ser explotados y monetizados.
Creemos que este es un reto cívico. Uno que afecta a toda persona que dependa de información creíble para tomar decisiones sobre su vida, formar opiniones fundamentadas o decidir a quién votar.
Las empresas tecnológicas hablan mucho de confianza, pero la confianza no se construye solo con palabras. Hacemos una llamada a los líderes de la revolución de la IA para que enfrenten este problema ahora. Tienen el poder de moldear el futuro de la información, pero aún no vemos que tomen suficientemente en serio las graves deficiencias de sus herramientas y sus potenciales consecuencias.
Sin una acción correctiva urgente, la IA no solo distorsionará las noticias: destruirá nuestra capacidad para confiar en cualquier cosa o persona; y esa sería una noticia nefasta para todos nosotros.
Liz Corbin es Directora de Noticias de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), y Vincent Peyrègne es CEO de WAN-IFRA.
Este artículo fue encargado para conmemorar el Día Mundial de las Noticias (World News Day), una campaña de la industria de los medios informativos para destacar el valor del periodismo.