El periodismo es una profesión de alto riesgo, ser mujer y ejercerlo desde el exilio multiplica los retos, en particular en regiones como Centroamérica. A la violencia que sufren los periodistas varones se suma la desigualdad estructural de género, acompañado por acoso sexual, campañas de difamación machista y hostigamiento digital.

El estudio “La mochila invisible: desafíos y resiliencias de mujeres periodistas centroamericanas en el exilio”, impulsado por DW Akademie y el Instituto de Prensa y Libertad de Expresión (IPLEX) dentro del proyecto Casa para el Periodismo Libre, documenta cómo esa triple condición (mujer-periodista-exiliada) define la decisión de huir, la llegada al país de acogida y la reconstrucción personal y profesional.

“Ellas no solo enfrentan la misma inseguridad que sus colegas hombres, sino que además sufren una violencia específica de género, caracterizada por actitudes machistas y misóginas, con un uso reiterado del acoso y la violencia sexual”, expone el documento. 

Dicha violencia traspasa las fronteras físicas y las persigue en su periplo de exilio a través del contexto digital, donde continúan recibiendo amenazas de agresión sexual, mensajes privados de acoso y caricaturas con imágenes manipuladas con el fin de generar miedo.

La Red Rompe el Miedo Guatemala, expone que  “las mujeres que cubren temas políticos o de derechos humanos enfrentan mayor presión y suelen ser atacadas no solo por su trabajo, sino también en función de su género”. La red precisa que las agresiones contra mujeres periodistas constituyen el 20% del total registrado durante el primer semestre de 2024 en el país centroamericano. 

“Las amenazas hacia ellas pueden ser más personalizadas, como ataques sobre su vida privada o su seguridad familiar, en lugar de agresiones únicamente profesionales”, agregó.

Entre 2018 y 2024, organizaciones de la región registraron centenares de agresiones contra reporteras como 242 casos en Nicaragua, y acoso sistemático en redes sociales en El Salvador, donde el 49% de los ataques se concentra en plataformas digitales.

De acuerdo con el informe, estas agresiones incluyen amenazas sexuales, publicación de datos personales y manipulación de imágenes para sembrar miedo, y los Estados, en lugar de proteger, a menudo participan o toleran este hostigamiento mediante leyes ambiguas de “odio” o “información falsa”.

Las periodistas entrevistadas coincidieron en que la regularización migratoria es el primer muro. Sin documentos, la vida se convierte en “una tortura permanente”: no hay acceso estable a empleo, salud ni vivienda.

A ello se suma la carga de roles tradicionales como el cuidado de hijos o familiares, y la brecha salarial, que reduce aún más su margen de maniobra en contextos peligrosos.

El informe destaca que el exilio implica, con frecuencia, abandonar la profesión o aceptar trabajos muy por debajo de su experiencia.

Estrategias de resiliencia

Pese al contexto adverso, las reporteras desarrollan tácticas que van de la auto-organización comunitaria a la reinvención profesional. 

El estudio identifica tres aspectos principales, la absorción, es decir, conocer y ejercer el derecho a la protección internacional y documentar cada agresión; la adaptación, o el autocuidado y las redes locales de apoyo para sostener la salud mental y la subsistencia; y la transformación, es decir, visibilizar la diáspora y construir medios o proyectos propios que preserven la voz periodística en el exilio.

El informe propone líneas de acción que involucran a gobiernos, organizaciones de libertad de prensa y donantes, entre ellas:

  1. Enfoque interseccional en toda política de protección: género, profesión y condición migrante deben tratarse de forma integrada.
  2. Procesos migratorios ágiles y con acompañamiento legal, incluyendo a familiares dependientes.
  3. Fondos de apoyo sostenido, no solo ayuda puntual: becas, mentorías y programas de emprendimiento para reinsertar a las periodistas en el mercado laboral.
  4. Redes de apoyo locales y transnacionales coordinadas, para evitar duplicidades y ampliar el alcance.
  5. Plataformas de denuncia digital que documenten casos de ciberacoso y faciliten la respuesta de las tecnológicas.
  6. Observatorio especializado en violencia contra mujeres periodistas exiliadas, que genere datos y oriente políticas públicas.